La segunda fila (1ªParte)

Mi madre siempre me decía que hiciese amigos, que no fuera tímido y que, aunque tuviese vergüenza, tratase de adaptarme a sus juegos. Aún así, nunca tuve muchos amigos, más bien pocos o quizá ninguno. Aquellos que me decían que lo eran, me mentían pues solo se acordaban de mi cuando me necesitaban. A veces me sentía solo, muchas veces olvidado, como si en realidad nunca estuviese allí con ellos. De todas formas eso no me preocupaba de ninguna manera. Siempre estaba feliz. Mi madre muchas veces me comentaba que yo era una persona muy especial, diferente a los demás. Sabía que yo podía ver y notar ciertas cosas que muchas personas no podían ni siquiera sentir. Quizá tenía razón. Nunca tuve la oportunidad de preguntarle a qué se refería con que yo era especial. Cuando era pequeño al no entender que quería decirme, pasaba completamente de lo que me decía, y cuando ya me convertí en adulto entre unas cosas y otras siempre se me olvidaba preguntarlo y finalmente cayó en el olvido.

Mi vida en la universidad transcurría normal de igual forma que en el instituto. Era una persona con problemas para relacionarse y esto hizo que poco a poco la gente se olvidase de mi. Sin embargo un día, ocurrió algo inesperado. Un hecho que todavía me pregunto sí realmente me pasó o fue producto de mi imaginación. Fue aquello lo que hizo que me acordase de aquellas palabras que un día mi madre pronunció.

Todo empezó en una calurosa tarde de primavera. Llegaba media hora tarde a la clase de Griego debido a problemas del metro. Aquel día se estaba convirtiendo en uno de esos días nefastos que tiene cualquiera. En primer lugar, me desperté muy tarde por pasar una mala noche, un hecho que me impidió hacer unas traducciones que tenía que presentar ese mismo día; en segundo lugar, el ordenador empezó a hacer estragos y provocó que unos trabajos en los que había estado trabajando con mucho esfuerzo desapareciesen (por suerte, tenía copias de seguridad por si las moscas); en tercer lugar, comiendo me manché una camiseta de "Desigual" que me había enamorado tiempo atrás, pero lo peor era que no tenía un recambio por lo que tuve que tomar prestado una camiseta de mi padre y apañarme con eso. Por último, y como ya he dicho hace unos instantes, durante el viaje del metro y entre dos paradas, la vieja maquina decidió apagarse. Estuve un buen rato ahí abajo hasta que por fin decidió ir. Yo estaba un poco desesperado pues sabía que el profesor de Griego no dejaba entrar a los alumnos que llegaban tarde: "Los alumnos deben ser disciplinados y acatar las normas de clase y de docencia. Quienes incumplan estas normas, no entraran en mi clase" solía repetir una y otra vez. Y entre esas reglas, la de llegar tarde estaba en primer lugar.

Al llegar a la puerta me fijé que  habían pasado 45 minutos desde que había empezado la clase. A lo largo de mi vida siempre he tenido el temor de ser el centro de atención y lo peor era que con aquel profesor te convertías en algo más que un simple foco de atención, es más, debías aguantar cada una de las burlas y humillaciones que te hacía. Era siempre una experiencia horrible, tanto para los que lo sufrían como para los que asistían de manera involuntaria a aquel espectáculo humillante. Pero aquella tarde fue distinta.

Armado de valor abrí la puerta. Al mismo tiempo que mi mano giraba el pomo de la puerta, mi mente, aún sabiendo que iba a ser completamente inútil, estaba trabajando a marchas forzadas para encontrar una buena excusa para tratar de evitar la humillación y las burlas. Mientras la puerta se estaba abriendo y veía en mis ojos cómo se materializaban las primeras figuras sentadas en sus asientos, en mi garganta se estaba esbozando los primeros movimientos para formular un discurso que me permitiese evitar la tortura. Tan pronto como abrí la boca, la cerré inmediatamente. Ninguno de mis compañeros había girado la cabeza para ver quien había entrado, incluso mi profesor parecía no darse cuenta de aquel intruso que acababa de entrar. Todos estaban sentados rígidamente en sus asientos, mirando hacia delante con los ojos fijos en un punto.
Aquella situación me perturbó un poco, incluso me asusté por ver aquel espectáculo tan extraño. Lo siguiente que pensé era en encontrar un sitio para sentarme, no quería quedarme de pie todo el rato paralizado por el miedo. Eché un rápido vistazo y vi que todas las filas estaban ocupadas menos una... Creedme cuando os digo que la segunda fila estaba completamente vacía. Cerré los ojos durante unos instantes, la risa casi se apoderó de mi. Otra día más me quedaba solo en la segunda fila. La historia se volvía a repetir.

Mis piernas empezaron a caminar con rapidez y tratando de no hacer ruido. A medida que avanzaba por aquella solitaria fila, me fijé en que mis compañeros ni siquiera parpadeaban cuando me ponía delante de sus ojos, tampoco apartaban la cabeza. Incluso me pareció ver que las hojas de apuntes estaban vacías y los bolis estaban sin usar su tinta. Esto último quería comprobarlo otra vez, pero por temor a que me reprochasen algo, me quedé fijo en mi sitio. Pronto me di cuenta de que algo no iba demasiado bien. El profesor seguía quieto en su silla, sin mover ni un músculo, la pizarra estaba limpia sin rastro de tiza, mis compañeros quietos como estatuas. Y yo, preguntándome qué demonios ocurría.
¿Por qué la clase estaba congelada?

Sin embargo, aquel pertubador silencio fue roto por una voz melodiosa que nunca había escuchado:
- Lástima que no dijeses nada al entrar. Tenía ganas de escuchar a alguien lo suficientemente sensato como para bajarle los humos a ese profesor... lástima.
- Quién eres tu? - Le dije muy sorprendido. Tenía motivos para estarlo ya que nunca le había visto en clase y era la única persona que no estaba "congelada".
Aquel personaje me compuso una sonrisa y me respondió con voz clara y serena:
"Soy un olvidado".

Comentarios

  1. Ese final ha sido demasiado inquietante hasta para mi =S
    Buen trabajo, caballero! =)

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado mucho la historia, el final ha sido cortante (en el buen sentido), no me lo esperaba.

    ResponderEliminar
  3. fabulosa!!! continúa superándote pequeño solitario de la segunda fila :) un final muy digno.

    ResponderEliminar
  4. Thucydides, an atHenian, wrotE the history of the war between the peloponnesians and the athenians, beGinning At thE moMent that it brokE out.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. FUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU-

      Eliminar
    2. jajajajajajajaja

      Te ha salido mal la jugada, aunque he pillado la publicidad subliminal T_T
      He vuelto a perder xD

      Eliminar
  5. Muchas gracias a todos los que me habéis leído ^^
    Nunca creí que ese final iba a crear tanta incertidumbre. Trataré de escribir la segunda parte en Pascua, aunque no prometo nada, los exámenes se acercan...
    Espero no defraudar.
    Un saludo :)

    ResponderEliminar
  6. Collons, és molt i molt bonic; bé, no sé si la paraula és bonic. És emocionant,
    està molt ben escrit, la sintaxi és llegidora...i el tema...Enhorabona Guillem.

    Ah, los olvidados sempre tenen algú que els pensa. La discreció és una forma
    d'estar al món. I pot ser bella. Una abraçada

    ResponderEliminar
  7. todo me parece bien ordenado, me ha echo gracia lo de "la vieja máquina". El final es bueno jaja. hablamos en clase. unbeso

    ResponderEliminar
  8. me gusta mucho lo que escribes, ya lo sabes...
    ¿para cuando una segunda parte..?
    ánimo y sigue por ese camino..

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

MARS

La Llegada (I)