Aaron Wake

Allí estaba. Tirado de rodillas, sin ningún ápice de fuerzas. Tremendamente exhausto. La lluvia empezó a caer sobre mi cabeza. Jadeaba. Agaché la cabeza. Notaba cómo perdía el control de mi cuerpo. No reaccionaba. No podía moverme. De algún modo, noté cómo había llegado al final de mi camino. Pronto desfallecería, sin poder hacer absolutamente nada. Sólo los recuerdos resistían por no ser olvidados.

- Diantres Wake, si sigues así no llegarás nunca a nada.

Recuerdo cuán duros eran los entrenamientos a los que me habían sometido durante mi juventud. Todos ellos llevándome siempre al final de mis fuerzas y de mi propia cordura. Siempre al límite. Y todo bajo la supervisión de mis entrenadores y, por supuesto, de mi familia.

- Hemos invertido muchos esfuerzo y dinero en ti, Aaron. No nos decepciones.

Nunca habían descansos. Ni siquiera podía sentarme, ni siquiera podía recuperar el aliento. Me forzaban a los límites de mi existencia y todo por un objetivo común. Un miembro de S.T.A.R.S. no podía mostrar debilidad alguna, por eso no había margen de error. Cualquier fallo y sería castigado. Un castigo y perdería mucho más de lo que nadie podría perder. Y no había marcha atrás.
Tenía que convertirme en el mejor. Tenía que ser capaz de enfrentarme a la magia. Vencerla. Dominar mis instintos era lo más básico. Saber guiarte por un entorno hostil, lo importante. Y saber imponerte a un mago, lo prioritario. Y todo ello al borde de la mismísima muerte. Aunque eso tan sólo era una opción o eso me decían.

Pero era demasiado para mi.

Cerré los ojos. Y a punto de abrazar el frío abrazo de la muerte, mi mente empezó a recordar. "Si sigues así, no sólo fallarás sino que morirás" decían mis entrenadores; mis padres negaban con la cabeza sin dirigirme ningún tipo de apoyo, decepcionados conmigo, decepcionados con mi actitud, decepcionados con mi debilidad, decepcionados consigo mismos por ser los padres de un falso Wake.
Entonces, en el epicentro de mi desesperación, abrí los ojos y vi mi reflejo. El reflejo de un guerrero, de un hombre capaz de enfrentarse a sus miedos y de vencerlos. De un hombre que no iba a morir ese día.

Una fuerza sobrehumana hizo levantarme del suelo, mis rodillas, arañadas y ensuciadas por el fango, ya no sentían el peso del cuerpo, se sentían capaz de correr. Mi cuerpo empezó a sentirse aliviado por el efecto de la fina lluvia. Cogí la venda que me había acompañado desde el principio de aquella prueba, me la puse alrededor de mis ojos. Necesitaba abrazar todos mis miedos, abrazar a la propia muerte y todo para convertirme en un cazador.
Mi cuerpo y espíritu se unieron, formando un único ser. Me convertí en un cazador implacable, sediento de sangre. Capaz de cumplir los objetivos que me habían encomendado: sobrevivir en un ambiente hostil durante una semana, cazar para comer y demostrar las habilidades que me habían sido enseñadas. Después de eso, vendrían a buscarme, estuviese muerto o no.
Y después de tanto tiempo y de mucho sufrimiento, llegaron las primeras reacciones positivas hacia mi persona. Apoyos y felicitaciones por parte de mis padres; abrazos cálidos por parte de mi madre que hacía tiempo que no sentía; asombro de los entrenadores. No sé lo que les sorprendería más si las cabezas de los animales que había recolectado o el simple hecho de haberme enfrentado a un gran felino sólo y con un cuchillo.

Pero ya no era el mismo. Aunque estuve agradecido por las muestras de cariño, en mi interior una parte de mi ser había muerto. Y como el fénix renació. A partir de aquel momento, los entrenamientos dejaron de ser una molestia y llegó el día en que, por fin, me uní en el cuerpo de élite de SOLDADO. Empecé como un soldado y poco a poco escalé posiciones convirtiéndome en uno de los mejores. No me sorprendió que un tal Stark me llamase para formar parte de su escuadrón. Me sentí verdaderamente halagado, aunque encontré alguna que otra sopresa inesperada.
Aquellos años en el que formé parte de la unidad Estigia fueron verdaderamente interesantes e intensos. Hasta que llegó un instante en el que todo cambió.

Tan simple como un mero instante. Tan sólo eso.

Fue cuando me di cuenta de lo que acababa de suceder y fue, en ese corto lapso de tiempo, cuando supe lo que iba a pasar a continuación. Lo que debía hacer. Y en parte, lo que le esperaría a mi futuro: un infierno.
Era consciente de lo que estaba haciendo. El objetivo de la misión que se nos había asignado, se convertía ahora en mi único billete para la salvación. Y yo debía actuar con rapidez. No había margen para fallar. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué no me dejé atrapar o, en el peor de los caso, por qué no me dejé matar? No lo se. Fue un impulso. Una decisión que debía asumir y vive con ella.

Aquella mañana Stark se había mostrado mas contento y feliz que nunca. "La operación ha empezado" farfullaba en numerosas ocasiones, seguidas de palabras que anunciaban una inminente victoria ante el incansable enemigo.  El jefazo nos citó a Section y a mi para contarnos que "la mayor operación anti-engendros" había empezado. Él la bautizó como "Iron Martini".  Tanto a Section como a mi nos extrañó ese nombre y al vernos las caras, Stark matizó sus palabras:

- Mientras vosotros cazáis, yo estaré tumbado en mi piscina de dos metros bebiendo un Martini, mientras escucho cómo habéis cumplido con vuestros objetivos. Y quizá tenga compañía...
Después de eso se nos asignó nuestro siguiente objetivo: Un abogado. Dado que los otros miembros estaban en busca de los otros objetivos que confeccionaban la Operación Martini, nos tocó a Section y a mi darle caza. Reunimos un buen grupo de soldados y fuimos tras él. Ninguno sabía el destino que muchos sufrirían.

Una vez llegamos al lugar donde se encontraba el abogado, seguimos las directrices del protocolo para cazar a un mago. En esta ocasión, teníamos vía libre para acabar con él. El procedimiento a seguir fue sencillo. Un pequeño escuadrón bajo mi mando atacaría por la retaguardia, mientras que el resto del equipo acamparía en la entrada principal y entraría por la fuerza, usando todos los medios disponibles.

Sin embargo, los planes cambiaron. En cuestión de pocos segundos, todo se fue a la mierda. Todo por lo que había luchado se volvía en mi contra. Me acababa de convertir, sin pedirlo, en aquello que combatía. Y eso suponía una cosa, morir. Pero, ¿iba morir en aquel momento? No. Actué mucho antes de recibir el descanso eterno.
Sin saber cómo una arma se materializo delante de mis ojos y nuestro detector de magia empezó a advertir la presencia de otro mago. Yo. No daba crédito a lo que acababa de suceder y mucho menos a lo que iba a pasar. Antes de que mi grupo pudiese reaccionar, cogí el arma y empecé a disparar a los que estaba desprevenidos. Luego, a los que les dio tiempo para reaccionar, conseguí, tras esquivar sus balas de aviso, noquearlos y dejarlos fuera de combate. Y luego huí para buscar al abogado. Un impulso me movía a hacerlo. Pese a oír a los agentes que todavía estaban en pie avisar por radio, no me detuve más y empecé a correr.

Poco a poco, fui eliminando a los miembros del otro pelotón. Hasta que encontré a Section a punto de ejecutar al abogado. Pero lo evité. Luché con él cuerpo a cuerpo, hasta que conseguí alejarlo del abogado.

- ¿Por qué, Shad…- no terminó sus palabras. Sus palabras se ahogaron, ante lo que acababa de ver. Se volvió a materializar una arma diferente en mi mano. Me quité la máscara que llevaba y le miré con tristeza.

-Lo Siento- mis palabras se perdieron, junto al sonido del disparo. El cuerpo de Section cayó al suelo, muerto. Me giré para ver lo asustado que estaba lo que antes había sido mi objetivo. Ahora era la llave para escapar. Tiré el arma y le tendí la mano.

Me llamo Aaron Wake y todo lo que he hecho ha sido para sobrevivir.

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