Retazos de un Pasado Mejor (I) - Vida y Muerte.

Amaneció un día gris, sin apenas un rayo de luz. Sólo unos pocos conseguían traspasar la gruesa muralla que las nubes formaban. Un aire frío y triste recorría la ciudad de Nueva York, mientras una fina lluvia caía desde el cielo. A lo lejos el retumbar de los truenos amenazaba con acercarse a la gran ciudad. Pero todavía se mantenía lejos.

Reunidos, una familia rota y abocada al llanto rodeaba un ataúd cerrado, a punto de ser sepultado bajo tierra, para dar descanso al pobre desgraciado que había muerto. Tan joven, tan lleno de vida. En su mano había tenido un mundo lleno de posibilidades, de experiencias, de sentir la magia de la vida, pero ahora ese mundo se había oscurecido.
¡Cuán crueles eran las divinidades por haber apagado la vitalidad de un joven que tenía toda una vida por delante! ¡Cuán violento era ver morir a un hijo, destinado a ver morir primero a sus padres! ¡Cuántos lamentos se elevaban al cielo, rogando por un alma extinta!

La madre, apoyada sobre el hombro de su marido, derramaba lágrimas sin poder contener el dolor. Su marido con los ojos vidriosos, tratando de alejar el llanto, no dejaba de temblar, su voz estaba quebrada y su cabeza negaba, negaba que aquella tragedia estuviese pasando. La hija menor, hermana del fallecido, miraba al suelo, casi sin poder mantenerse en pie. Las lágrimas, junto a las gotas de lluvia, caían con violencia al suelo. Su hermano, su protector, su amigo ya no estaba. Todos los momentos que había pasado con él se mezclaban en su memoria mediante un torbellino doloroso de recuerdos.
La novia rodeaba con su brazo el cuerpo de la hermana, mientras vertía alguna lágrima, cabizbaja y triste. En cambio, el jefe se encontraba al lado de la novia, vestido con un traje negro y unas gafas de sol, sin ningún ápice de tristeza. Sólo contemplaba, meditando lo que iba a decir cuando le tocase hablar.

Al lado del ataúd, un sacerdote resistía los golpes de la lluvia, mientras mantenía un respetuoso minuto de silencio en memoria del fallecido. En su interior, rezaba por su alma, al tiempo que rezaba por las almas de sus familiares. Lamentándose por romper el silencio, empezó a recitar.

- Hermanos, hoy estamos aquí reunidos para despedirnos del alma y del cuerpo de Aaron Wake…

Se hace duro… es innegable. Realmente lo es, verte convertido en un despojo. Ver cómo todo lo que habías construido se desmorona, convirtiéndose en una simple mota de polvo. Me duele dejar a los míos, pero no había otra opción. Pese a las circunstancias, siempre os querré y siempre os llevaré en mi corazón.
Pero ahora tengo que marcharme.
Adiós.


-(…)Era un buen chico. Un orgullo para la organización y para mi unidad- dijo el jefe.

-(…) A veces lamento muchas cosas y una de ellas es no haber pasado más tiempo contigo(…) y estoy muy orgulloso de ti, hijo mío-dijo el padre

La hermana y la madre no tenían la fuerza para hablar. Estaban débiles. La hermana se limitó a lanzar una orquídea roja, parecida a la que le había regalado su hermano.

- (…) pero ya nunca volveremos a estar juntos- dijo la novia.

Eso no es verdad. Siempre estaremos juntos, por eso… yo… No… no puedo marcharme. Aún no.

El ataúd fue enterrado. Y la familia empezó a marcharse. Dejando atrás a su hijo, a su preciado hijo. Era un adiós, para siempre.
El jefe y la novia fueron de los últimos en quedarse solos ante la tumba del fallecido. El jefe, que también lo era de la novia, se acercó a la pobre mujer.

-Kate, tome el tiempo que necesite. Cuando se encuentre preparada, regrese a Estigia- se limitó a decir.

Ella asintió, derramando lágrimas. Después se marchó dejando a Stark (así llamaban al Jefe) a solas con la tumba. Stark cogió el teléfono.

- Si, está hecho- silencio- si, enviad una cesta a la familia Wake. Y otra cosa, vigilad discretamente a la señorita Everdeen- silencio- Por qué? Simple. No me creo que Wake esté muerto- cierra el teléfono- Te encontraré.

Stark se dio la vuelta y empezó a marcharse. Con una sonrisa en la cara, ajeno a la tristeza de una familia. Alejado de una falsa tragedia.

Y el lugar de reposo del joven muerto se quedó en silencio. Pero aún había alguien que no se había marchado. No era ni familiar ni compañero de trabajo. No… La familia no fue la última en marcharse, ni tampoco lo fue Stark.
El último fue Aaron Wake.

-Te estaré esperando.

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